En los días actuales que vivimos nos damos cuenta de que las emociones marcan nuestras vidas, nuestras decisiones, nuestro rumbo.
En ocasiones percibimos que las inseguridades nos limitan, nuestras frustraciones nos impiden intentarlo de nuevo, nuestra rabia nos aleja de las personas.
¿Qué podemos hacer con todo esto que sentimos para poder enfocarlo desde una mirada constructiva?
Necesitamos educar nuestras emociones. Identificarlas, comprenderlas, saberlas gestionar y comunicarlas, pero a veces no tenemos las suficientes herramientas para hacerlo. Nadie nos ha enseñado como llevarlo a cabo. No potenciaron nuestras competencias y habilidades emocionales, vamos tirando a través de ensayo y error, y nos llenamos en el camino de numerosas creencias erróneas con respecto a nuestras emociones.
Por ello es imprescindible generar diversos espacios que fomenten la educación emocional. ¿Cómo somos de vulnerables frente a las emociones? La mayoría de los conflictos que vivimos tienen como base una mala gestión emocional. Cuando la emoción se dispara de forma descontrolada, automáticamente se dispara el conflicto.
A veces el enfrentamiento no es con otras personas es un conflicto interno y tampoco sabemos gestionarlo. ¿Cómo actuamos con respecto a nuestras heridas emocionales?
Todo el mundo tiene el ansia y deseo de ser feliz, y por ello rechazamos a menudo sentir emociones desagradables, pero ¿y si la felicidad estuviera también en ellas?
Debemos educarnos en emociones a nivel personal pues las emociones son grandes aliadas para generar autoconocimiento, autogestión, relaciones más constructivas y saludables, mayor automotivación y una mejora de nuestra salud y bienestar.
Y estos beneficios se pueden exportar a cualquier campo de nuestra vida. En el campo profesional las empresas cada vez son más conscientes de que mejorar las competencias emocionales de sus empleados mejora la productividad, el bienestar corporativo, el servicio a los clientes (aumentando la confianza), el desarrollo del liderazgo o el salario emocional (potenciando la vinculación a la organización).
La cuna de este aprendizaje es la familia y los centros educativos durante la infancia y la juventud. Existen numerosos estudios que afirman que el alumnado que se beneficia de programas de educación emocional obtiene un mayor dominio de sus emociones, mejorando el rendimiento académico, una mayor capacidad para cuidar de sí mismos y de los demás, una mayor predisposición para superar adversidades y menor probabilidad de implicarse en comportamientos de riesgo (como el consumo de sustancias tóxicas).
Por ello te animo a que colabores con tu granito de arena para implementar la educación emocional en los diferentes campos. Es algo imprescindible que beneficia a todo el mundo. Debido a que somos seres emocionalmente sociales podemos crear un mayor bienestar emocional en todos los ámbitos de nuestra vida y en nuestro entorno.